16/7/09

Una solución debe haber

Soluciones patrióticas
Por Aníbal Delgado Fiallos


Creo que la mediación del presidente Arias concluirá con la instauración de un gobierno presidido por don Manuel Zelaya con la garantía de ciertas conductas de buen gobierno, reformas legislativas democráticas y un equipo de conducción del poder ejecutivo que genere confianza.

La demanda nacional, no nos equivoquemos, se centra en un pronto retorno al orden constitucional, pero si la única manera de restablecer este orden es reinstalando al señor Zelaya en la presidencia de la República , hay que hacerlo independientemente de la forma cómo percibamos su condición de dirigente, y los criterios que nos merezca su desempeño como mandatario.

Arias es una personalidad que goza de un inmenso respeto en el mundo y su gestión de paz en Honduras es apoyada por los más importantes organismos internacionales, la comunidad europea y muchos gobiernos de África, Asia y América; de manera que rechazar los resultados de su mediación no sólo agudizaría peligrosamente la crisis política y comprometería aún más nuestra economía, sino nos ubicaría en el mundo como un país de insensatos.

En este momento la obligación de todos es garantizar un clima que favorezca la calma y el respeto a los derechos humanos; lamentablemente el gobierno de facto no está haciendo lo debido; por ejemplo, sus emisarios a Washington, extraídos de las filas más conservadoras, lo que buscaron y lograron fue aliados para fortalecer la aventura golpista y agrupar figuras de la ultraderecha norteamericana para radicalizar las posiciones internas y buscar una salida que permita estructurar un gobierno de corte reaccionario como no existe ninguno en la América Latina de hoy.

En Honduras el pueblo se encuentra peleando en la calle, coyunturalmente por el orden constitucional o la democracia formal, pero estructuralmente por una nueva sociedad; tanto los que se visten de blanco enarbolando banderas de paz, como los multicolores excluidos que levantan los pendones del cambio, en el fondo tienen idénticas motivaciones: anhelan una patria fuerte, justa, solidaria. Esto nos indica que hay condiciones para diseñar una estrategia honesta de salvación nacional, un liderazgo ilustre que una todo lo que puede ser unido, y nos permita avanzar sin demagogia hacia soluciones que abran espacios a las libertades democráticas, las conquistas sociales, la equidad.

Lo importante entonces es que los sectores democráticos recobren su iniciativa y configuren una estrategia propia; los sucesos de junio y la movilización de julio son experiencias valiosas que nadie debe desdeñar.

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