24/7/09

Un llamado a la reflexión

Aunque el sistema de comunicación social no refleja, ni por cerca, lo que acontece en nuestra desdichada Honduras, y, por lo tanto, la población hondureña no tiene cabal idea de la magnitud de la crisis política desencadenada por el golpe de Estado, la inercia de los acontecimientos conduce rápidamente a un agudo período de confrontación política y social.

Para nadie con alguna dosis de objetividad escapa la velocidad con que se ha ido fluidificando el ambiente después del rompimiento del orden constitucional, que, como es obvio, no ha podido –y posiblemente no podrá—lograr la estabilidad del régimen de facto aun cuando se utilicen todos los mecanismos represivos, directos e indirectos, para encerrar al país en una burbuja política.

Por el contrario, todas las maquinaciones opresivas y el masaje mediático que están aplicándose, en seguimiento puntual de los manuales de guerra sicológica, cuanto consiguen es la profundización de la crisis, puesto que se ha cerrado el espacio para el debate, el cual solamente es posible en un régimen de opinión pública, de libre expresión. La comunicación social, entonces, se ha trasladado a las vías alternativas en el intento de escapar de la persecución y la censura.

Quienes dirigen y dan sustentación al régimen de facto desconocen hasta los principios más elementales de la comunicación social. Sobre eso no hay duda. Saben de memoria y con sobrada experiencia, eso sí, todos los procedimientos y argucias para la manipulación sicológica de las masas, pero sin tener el sentido del límite, sobre todo cuando el conglomerado es pequeño y con marcada asimetría en su estructuración social.

En estas condiciones lo que está creándose en Honduras con el cerco mediático y la ofensiva contra los medios de comunicación social que no sintonizan con esta práctica, es que están llevando la polarización política interna, de por sí extremada, a estadios pre-revolucionarios. De seguir así, no nos sorprendamos si esta crisis política deviene en un fenómeno revolucionario, por “pacífico” que pudiera ser.

Esta posibilidad está casi a la vista, por el efecto de la propaganda extremista, en muchos aspectos calumniosa, que ha logrado configurar dos percepciones muy firmes en la mente del pueblo hondureño: una, que la “sociedad hondureña” es el sector privilegiado, dueño de Honduras y único con derecho y capacidad para decidir y gobernar; y dos, que las clases media-baja, la baja y los descamisados no son sujetos socialmente ni políticamente válidos.

Con esos procedimientos de guerra sicológica han hecho evidente esa división, que normalmente pasa inadvertida en las sociedades “democráticas”, hasta el punto de provocar lo que comúnmente llaman lucha de clases, algo que nunca habíamos experimentado en Honduras. Es importante indicar, a este respecto, que estos métodos autoritarios y elitistas vienen desde afuera y son utilizados por núcleos de poder que no responden a la tradición y la identificación hondureña, en tanto sus intereses no tienen patria.

Una dicotomía política y social, por consiguiente, que difícilmente puede resolverse en unidad nacional sin cambios profundos, más allá del curso rutinario de la política vernácula.
Editorial de Diario Tiempo del día 24/07/09

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