Roberto Micheletti y quienes planificaron y ejecutaron el golpe de estado hicieron malos cálculos; pensaron que no habría mayor resistencia.
Acostumbrados como estaban, a ver la actitud permisiva del pueblo hondureños, a lo aguantadores que hemos sido y perfectamente convencidos de que nos habían arrebatado el espíritu de solidaridad que nos ha sido característico, se echaron encima del único presidente que nos ofrecía la esperanza de ser consultados.
Jamás esperaron estas respuestas. Hoy no les queda más que reprimirnos; todos los pasos de la dictadura son coercitivos, pero "Cualquier coerción puede desembocar en el caos: quien la practica es culpable de violencia.
La coerción es inhumana", Ha dicho Gandhi, de allí viene nuestra respuesta. Sin embargo hay que analizar el discurso que deviene de los últimos aconcimientos.
El periódico New York Times afirma que Micheletti está dispuesto a ajustarse a lo propuesto por Árias, que el problema está en que no ha podido convencer a cierto sectores de aceptar tal acuerdo y hace énfasis en que es la empresa privada hondureña. Eso ya lo sabíamos o por lo menos lo intuíamos; pero ya que salió a la luz pública, debemos considerar como un imperativo categórico--como decía Villeda Morales-- que en la nueva CONSTITUCIÓN deben haber mecanismos para que nunca un grupo económico se haga del poder de la nación.
Noam Chomsky, el padre de la lingüística moderna y apasionado crítico de la política estadounidense que tanto en EE.UU como en las democracias por ellos sostenidas son realmente una dictadura empresarial, porque son empresarios los que financian las campañas de los políticos o porque hay empresarios que logran diputaciones, ministerios y hasta presidencias de la República. Así que si hacemos el compromiso, desde esta resistencia al golpe de estado, para luchar por una asamblea constituyente que nos dé una nueva constitución, demos tener en consideración estos conceptos.
Roberto Zapata Varela
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