Honduras golpe a golpe
Jordi Bañó
Jordi Bañó
Esta vez la crisis política hondureña me pilló de sorpresa. No imaginaba que la corrupción estuviese tan extendida en todos los poderes y niveles de la sociedad, hasta en la Iglesia católica, sólo faltaban las manifestaciones del cardenal de Tegucigalpa para acabar de liarla aún más. Esa unanimidad entre todos los partidos, poderes públicos, jerarquía eclesiástica, etc., sólo indica que la democracia hondureña es muy débil, sólo es formal pero no real, no existe la democracia, es una oligarquía dominante y manipuladora que no consiente la más mínima discrepancia con sus intereses particulares, que no son los del país. El contraste lo pone la también rara unanimidad internacional que sin excepciones ha condenado el golpe. Es esta rareza de la soledad política la que debería hacer reflexionar a los golpistas.
Este tampoco es un escrito para contentar a nadie, ni para justificar a una de las partes, la distancia me permite sencillamente reflexionar sobre un país al que he llegado a tener aprecio por culpa de amistades hondureñas, pero al que, tras los sucesos que todos conocemos, lo siento próximo y lejano a la vez a causa de esta situación tan preocupante.
1.- LOS HECHOS.
El relevo de Manuel Zelaya por Micheletti es, sin duda ninguna, un golpe de Estado. La unanimidad internacional en calificar lo sucedido como golpe de Estado es total. Por si quedaba alguna duda bastan unas pocas consideraciones previas aquí, porque son más importantes las consecuencias que la cronología en sí misma.
Mel Zelaya es sacado de su residencia a altas horas de la madrugada por el ejército sin ser su función, no por la policía, ni tan siquiera existió orden judicial. Tampoco existió juicio previo, ni condena, ni tan siquiera acusación formal, ni judicial, ni parlamentaria, ni se respetó procedimiento alguno para derrocar al presidente electo, argumentos más que suficientes para considerar que se han violado claramente todas las garantías jurídicas previstas y previsibles en cualquier sistema jurídico democrático, incluido el propio hondureño.
Las actuaciones posteriores como la exhibición de una carta de renuncia fechada tres días antes de los sucesos, los pronunciamientos del Tribunal Electoral central (incompetente en este caso), la reunión de la Cámara de Representantes, etc., son eso, posteriores, con lo cual carecen de cualquier legitimidad, es un intento de justificar unos actos absurdos y lavarse la cara frente a sus seguidores. Primero fue la condena, luego buscaron la culpabilidad y sin posibilidad de defensa. Simplemente sus actos y resoluciones son nulos, inexistentes, han intentado dar apariencia de legalidad a algo que no puede ser legal según su propio ordenamiento jurídico. Por tanto, cualquier nombramiento, como el de Micheletti, también es ilegal. Hay un poder de hecho, pero no es constitucional, ni legítimo, ni auténtico.
El aval de las cámaras legisladoras, del Tribunal Supremo Electoral y Corte Suprema de Justicia, a esos hechos ciertos sólo indican que la corrupción ha alcanzado a todas las instituciones que teóricamente debían garantizar la democracia hondureña. Todo se descubre como una farsa hipócrita, un miserable engaño.
Unanimidad en la condena internacional También, por primera vez en la historia se ha producido una rara unanimidad en la condena internacional. La situación para los diplomáticos es compleja, porque hay un poder fáctico que nadie internacionalmente reconoce, pero es el que paga los sueldos. Hay un presidente equivocado o no, pero legítimo, al que sí se reconoce como tal en cualquier foro internacional, pero que no puede ejercer plenamente su mandato, ni pagar los sueldos. Y lo peor para sus diplomáticos y funcionarios ¿cómo ejercer los cargos diplomáticos?, ¿cómo buscar lo mejor para el país y sortear a la vez los inconvenientes de una situación insostenible e injustificable?
Condena unánime de la OEA, con la suspensión de los derechos de Honduras en ese organismo por segunda vez en la historia de ese organismo , pero mayor importancia tiene la condena de la ONU porque es la primera vez desde su fundación que se adopta una condena a un país sin ninguna excepción, ni voto en contra, ni abstención, esta vez no hubo vetos a la decisión como ingenuamente pudieron pensar que haría Estados Unidos con su largo historial de apoyo a las dictaduras americanas, no fue así y la Asamblea de las Naciones Unidas votó la condena por unanimidad. El principal valedor en otras épocas de este tipo de actos en América Latina, USA ha condenado el golpe y reclamado la vuelta a la democracia y restitución de Manuel Zelaya, aunque le beneficie evitar el alineamiento político de Honduras con el chavismo. CARICOM, UNASUR, ALBA, GRUPO DE RIO, UNION EUROPEA, y también el MERCOSUR, todos sin excepción han condenado el golpe. La falta de apoyo habrá servido al menos para evitar que se diese un golpe de Estado a la chilena, como los de las tristes, trágicas y sangrientas dictaduras de los años ’70 y ’80 que también sufrió Honduras. Pero eso es agua pasada.
Lo que aparecía como una condena formal de países e instituciones internacionales, esta vez se ha traducido también en sanciones, bloqueo de cuentas y ayudas internacionales, expulsión de diplomáticos afines al golpe, etc. Honduras no está en situación de renunciar a todo ello, es un país demasiado pobre y ahora demasiado aislado. USA tampoco reconoce el régimen de Micheletti, le bloquea las ayudas económicas. Esta vez los golpistas midieron mal los apoyos, quizá porque algún funcionario estadounidense de medio pelo les sugirió que contarían con su apoyo, pero la administración de Obama no es la de Bush, algo ha cambiado también en el todopoderoso vecino del norte. Quizá esos funcionarios que se excedieron pensando que así bloqueaban la expansión del chavismo ya estén ahora en destinos más lejanos, aparte de haber quedado claramente desautorizados. Es simplemente una hipótesis, pero puede aproximarse a la realidad, no en balde la noche del golpe intentaron dejar a Zelaya en la base norteamericana en Honduras y no pudieron.
La vuelta de Zelaya a Honduras, aunque haya sido bajo el paraguas protector de la extra territorialidad de la Embajada de Brasil, añade una circunstancia no prevista por los golpistas, pues tienen en su territorio, libre, al presidente que reconocen todos los países, muy cercano a sus seguidores y dispuesto a hablar, negociar y recuperar, aunque sea en parte, sus poderes.La declaración del estado de sitio, con suspensión de los derechos individuales y el cierre de medios de comunicación, ha confirmado los peores presagios sobre el gobierno de facto. No ha resuelto nada, sin embargo ha agravado la situación de la población. Hasta la entredicha Corte Suprema Electoral se ha dado cuenta del inmenso error, al final ha sido retirado el estado de sitio, pero no consta que hayan vuelto a abrir los medios de comunicación cerrados.
2.- LAS CONSECUENCIAS
Las consecuencias no se han hecho esperar, Honduras se encuentra sola en un mundo global. Mal asunto, porque hoy día todos los países dependen mucho unos de otros, los más pobres más que nadie, piénsese que si USA bloquease también las remesas de dinero de los emigrantes hondureños sería la ruina para el país, no tendría modo de sostener a sus conciudadanos hambrientos que se lanzarían a la calle contra el gobierno, el que sea, el que esté en ese momento, sea del color que sea.
Las conversaciones impulsadas por Oscar Arias parece que naufragaron, pero si quieren una salida el gobierno de facto deberá aceptar la ruta que marcó la propuesta de San José. El problema es que, a estas alturas, ya nadie cree que Micheletti y los suyos deban quedar como se propuso en Costa Rica. De haberlo aceptado a tiempo habrían podido salvar el proceso electoral y también consensuar un candidato de compromiso entre las partes enfrentadas. Hoy, tras el rechazo de la OEA y de Estados Unidos, y en general de toda la comunidad internacional, a reconocer el resultado de las elecciones del 29 de noviembre dirigidas unilateralmente por Micheletti, el gobierno que salga estará marcado también como golpista, dictatorial y autoritario. La represión a los opositores y la falta de libertad de opinión, con los medios de comunicación férreamente controlados, algunos silenciados por las autoridades suplantadoras, sólo indican que efectivamente es un régimen autoritario y no democrático.
Se ha comprobado cómo todos los poderes sin excepción se han puesto del lado de los de siempre, de las cincuenta o cien familias que se reparten la riqueza hondureña. Para ello no dudan en utilizar cualquier poder, incluido el Judicial, aunque se hayan saltado, y con pértiga incluso, las más elementales reglas de seguridad jurídica, convenios internacionales sobre derechos humanos, y cualquier otra que dicte el sentido común. Primero ha sido la pena, luego han buscado la excusa que justifique la chapuza. Una muestra de que la democracia hondureña ya era bastante precaria, ahora una confirmación de su debilidad y manipulación por una clase dirigente poderosa, pero muy minoritaria y corrupta, nunca contaron con sus ciudadanos, probablemente ni los consideran como tales.
El aval de los dos poderes judiciales, el electoral y la Corte suprema, indican que la justicia no existe, sólo sirve a intereses particulares. Cualquier solución futura pasa por el cese de todos sus miembros, no lo han podido hacer peor.
Honduras es un país pobre y la corrupción es un lujo muy caro, carísimo, para los pobres y para el país, porque limita y reduce drásticamente las posibilidades de prosperar de mucha gente. De entrada impide la formación de una clase media con estudios que pueda impulsar iniciativas sociales y económicas y sostener el progreso, de salida perpetúa las injusticias más aberrantes, porque no tiene en consideración nada que no sea el beneficio, a cualquier precio, de los que siempre han tenido el poder, tanto el económico como el político, cualquier intento de salir o romper con el orden injusto establecido es rápidamente atacado, para que no pueda convertirse nunca en una alternativa de poder. Para ello no dudan en utilizar los medios a su alcance, manipulando los medios de comunicación, silenciando cualquier crítica, ya sólo les queda restringir la educación si es preciso, porque no es conveniente que el pueblo aprenda a pensar por sí mismo. Poco les falta, las deficiencias en educación siempre han estado ahí, quizá ahora les vaya aún peor.
Honduras, que poco a poco empezaba a abrirse a las inversiones extranjeras, al turismo, etc., acaba de comprobar una regla elemental: lo que tarda años en construirse, décadas incluso, se rompe en pocos segundos. La destrucción suele ser un esfuerzo inútil, una energía desaprovechada, perdida, como la de un terremoto, o la explosión de un volcán. Las inversiones extranjeras paralizadas, incluidas las ayudas de los organismos internacionales, la sociedad dividida, los valores inexistentes, qué magnífico porvenir para la maltratada juventud hondureña. Sólo cabe preguntarse el por qué de la existencia de las “maras”, de esa delincuencia juvenil. La respuesta es sencilla, nunca han tenido un futuro digno por el que luchar, sólo sobrevivir en la jungla del más fuerte. En el sur de Italia, en el pueblo de San Lucas, uno de los más golpeados por la mafia, está grabada esta frase en la fachada de su ayuntamiento: “Lo más desesperante para una sociedad es la duda de que vivir honradamente sea inútil”. Cuando la juventud tenga alternativas de futuro, algo que merezca la pena y por lo que vivir, desaparecerá el problema.
Muchas ayudas internacionales han sido bloqueadas, como las provenientes de los organismos internacionales. FMI, BM, OEA, y la Unión Europea aplican sanciones al gobierno de facto, USA también se ha unido a ellas. La pregunta para Micheletti y los suyos es si realmente pueden prescindir de esas ayudas. Quizá ellos puedan resistir, pero ¿y sus ciudadanos? Que nadie ponga en duda que los ricos y poderosos pueden resistir mejor que los pobres, es un axioma. ¿Pueden pedir sacrificios a quien no tiene nada o muy poco? La contestación es obvia, así que es mejor volver la pregunta del revés: ¿qué pueden ofrecer que sea mejor a sus ciudadanos, sus vecinos, sus trabajadores? Porque en estas ocasiones los políticos suelen llenarse la boca con grandes palabras: país, patria, libertad... Recuerden que no hay país, ni patria, ni libertad, si no tienen en cuenta a sus ciudadanos. No hay estados sin ciudadanos, sólo tierra baldía o propiedad de alguien, pero nunca los hombres son propiedad de nadie. Procuremos que sea innecesario recordar a Unamuno: “No canta libertad más que el esclavo, el pobre esclavo; el libre canta al amor”.
Resulta paradójico que Micheletti y los suyos hablen de injerencia en los asuntos internos de los cancilleres de la OEA que a finales de agosto se entrevistaron en Tegucigalpa con los golpistas. Es de un cinismo ejemplar, porque mayor injerencia que la de Micheletti y toda su unánime banda no puede haberla, todo el tiempo que llevan negando el poder a su pueblo, despreciando la democracia, repartiéndose el país entre las pocas familias que dominan cualquier parcela de poder, es una injerencia intolerable en la democracia. Eso es injerencia, lo demás son tonterías ridículas, porque la soberanía no es suya, reside en el pueblo, ese al que ignoran. Acusan de injerencia a quienes pretenden devolver la legitimidad democrática, al menos formalmente, al país, a Zelaya. Demasiada paciencia tiene el pueblo hondureño con el auto proclamado gobierno hondureño.
La rara unanimidad en la condena debía haber hecho pensar a los poderes fácticos que el mundo ha cambiado, pero que ellos no han cambiado con el mundo. Puede que este mundo no sea mejor, ni peor que los anteriores, pero es el único mundo que tenemos, aún no hemos conseguido fabricar otro y ya urge después de estropearlo tanto, y este mundo ya no consiente las políticas de hecho, ya no hace la vista gorda ante las dictaduras, ni siquiera las apoya la administración norteamericana y eso que está por demostrar que no le beneficie, sobre todo pensando que Manuel Zelaya parecía alinearse con el chavismo venezolano. Esté quien esté detrás, como si no hay nadie, lo importante es que Honduras ha retrocedido a la época de los años 80, treinta años atrás, demasiado.
Tengo mis dudas sobre esas pocas familias, que se reparten el poder en Honduras, que realmente quieran que el país mejore. Todo ello indica también un escaso grado de preparación y cultura en las familias tradicionales, porque de tenerla es seguro que se habrían dado cuenta de algo sencillo, liderando el progreso de sus ciudadanos probablemente también seguirían liderando la economía, y, en consecuencia, aumentando sus ingresos, pero no a costa de la pobreza de sus habitantes, sino del intercambio con otras economías. De momento, salvo prueba en contrario, son pasto fácil para los negocios de cualquier multinacional, entre las que se encuentra el narcotráfico. En España se habla de “contratos basura” para referirse a ese empleo precario, de escasa duración y perspectivas, pero también podemos hablar, sin temor a equivocarnos, de “empresarios basura”, esos que no ven más alla del corto plazo, del céntimo inmediato de ganancia, aunque a la larga sea una ruina para la empresa.
Dado que las familias tradicionales no han movido un dedo para cambiar la situación del país, y cuando lo han hecho, como en el caso de Zelaya, ha sido para caer en un populismo desacertado, corren el riesgo de desestabilizar aún más el país. Desconozco si se dan las condiciones para que surja un nuevo “movimiento de liberación”, del estilo de los vecinos sandinistas, o los “tupamaros”, “FARC”, etc., entre otras cosas porque los apoyos internacionales serían muy escasos en esta época, y dudo incluso del “iluminado de Chávez”, no creo que llegara a implicarse hasta ese extremo, pero no cabe descartar cualquier clase de enfrentamiento social, de hecho el presidente espúreo de Micheletti ha vuelto a establecer el toque de queda, o lo pone y lo quita según le conviene. También desconozco si el país está muy polarizado socialmente entre los pro-Zelaya y los pro-Micheletti. Realmente carece de importancia hoy en día, con la escasa cultura política y la manipulación de los medios de comunicación, la mayoría de sociedades se mueven políticamente como si fuesen los seguidores de un equipo de fútbol, más por sentimientos de banderas y colores que por convicción o reflexión. Es lo que ocurre cuando se desprecia la cultura, la educación es escasa y sólo valen los mensajes televisivos y manipulados, si con ello pueden mantener el poder.
¿Cuánto tiempo puede guardar silencio un pueblo? ¿Cuánto dinero necesitan para comprar ese silencio? Los esfuerzos mediadores de Oscar Arias fracasan, entre otras cosas porque los implicados no han sabido callar y escuchar, ninguno se retracta de sus bravuconadas ni estupideces de sus lenguas sueltas. Es de suponer que todo debía volver aparentemente a la normalidad en noviembre, con las próximas elecciones, pero el daño parece más profundo al iniciar unilateralmente un proceso que no cuenta con el reconocimiento de nadie.
Ciertamente la vuelta a la normalidad pasa por la convocatoria de elecciones, pero deberán aceptar en primer lugar la vuelta de Zelaya, o como mínimo el cese de Micheletti y de Romeo Vásquez y luego, absolutamente sin ninguna restricción, la presencia de una numerosísima delegación de observadores extranjeros, fundamentalmente de la OEA y de la propia ONU, incluso en los momentos previos a las elecciones, de modo que puedan cotejar la idoneidad de todo el proceso electoral y la inexistencia de corruptelas, compras de votos, manipulaciones, o restricciones a la presentación de candidatos opositores. Los medios de comunicación, silenciados algunos ahora, o claramente alineados con los poderes fácticos, deberían ser supervisados por organismos independientes durante todo el proceso, de modo que se dediquen a informar, no a promocionar, más o menos descaradamente, a alguno de los candidatos o a atacar al supuesto rival. Decía Goebbels, ese de desgraciado recuerdo, que “una mentira repetida cien veces acaba convirtiéndose en verdad”, por eso es necesaria la neutralidad y control de los medios de comunicación, porque no informan, sólo manipulan y sirven a intereses particulares, nunca a la sociedad, ni a sus ciudadanos.
Igual debería hacer la iglesia, tanto la católica como los evangelistas y otras sectas, claramente conservadoras en la mayoría de los casos, e incomprensiblemente alineadas con los poderes fácticos, con la oligarquía política y financiera. Están renunciando al mensaje fundamental de su fe e ignorando a la mayoría de los ciudadanos, que son algo más que fieles, pues son quienes viven en la pobreza y lamentablemente en la ignorancia e incultura. Poco han hecho las iglesias por ellos, por eso son elementos indeseables y distorsionadores de la realidad social y política, no de éste sino de cualquier país, simplemente porque muchas de sus opiniones no se sustentan en la razón, ni en la lógica, sino en cuestiones de fe, difícilmente compatibles con los derechos humanos más elementales. Las iglesias dirigen los mensajes a sus fieles para que puedan, es de suponer, comportarse conforme a una moral y valores que consideran justos, éticos y bondadosos, con los cuales la sociedad puede vivir mejor y en paz, pero sus jerarquías y predicadores callan demasiadas veces ante la injusticia y cierran los ojos, pero además caen en el error de intentar dirigir países, que es la mejor manera de terminar marginando a una parte importante de la sociedad que tiene otros valores e ideales, basta ver el ejemplo de las repúblicas islámicas como Irán. Cualquier país gobernado por fanáticos, aunque sean cristianos, o de cualquier otra religión con demasiado peso en la esfera política, puede terminar igual. Copérnico y Galileo seguro que avalarían esta opinión, ellos sufrieron en sus carnes el radicalismo religioso alejado de la razón.
Del ejército mejor no hablar, son demasiadas las veces que se han “sentido obligados a restaurar los valores” con cualquier excusa. Lástima, rara vez saben qué valores son los que defienden, y más raro aún que defiendan los Derechos Humanos, los auténticos valores. Simplemente dicen servir a la patria, pero recordemos que no hay patria sin ciudadanos y que el derecho a la vida es el primer derecho fundamental, olvidan también que los propios militares son ciudadanos sin ningún privilegio sobre los demás, al revés, con más deberes, y los ciudadanos nunca quieren a los militares mandando sobre los civiles si no respetan esos deberes esenciales, como proteger la vida de todos los ciudadanos y sus Derechos Humanos sin excepción, pero esta lección nunca la aprenden.
Demasiadas cosas se han juntado para que el golpe de estado salga bien. Al unánime rechazo internacional hay que sumar la división de la sociedad hondureña, que lo esta, porque en poco tiempo Zelaya supo ganarse a una parte de la sociedad, sobre todo la confianza depositada por los más pobres en las medidas adoptadas por él, como comedores gratis en los colegios, alza significativa del salario mínimo, etc. Pero también, y es importante, la situación de crisis internacional influye muy negativamente. A las tímidas sanciones económicas, aunque esenciales para la economía hondureña, hay que sumar el trastorno de la menor llegada de remesas de los hondureños en el extranjero afectados por la crisis, las menores exportaciones de bienes y servicios y las restricciones también a las importaciones. La economía es una bomba de relojería que difícilmente puede parar cualquier gobierno incluso siendo democrático, y lastrará sin remedio a cualquiera que asuma la presidencia tras las elecciones de noviembre, probablemente un hombre de paja de Micheletti y sus compañeros oligarcas. Son malos tiempos para la solidaridad internacional, más cuando hay que alimentar las propias economías nacionales como consecuencia de la crisis internacional. Mala iniciativa en el peor momento. El resultado en el medio plazo será la descomposición de las instituciones del Estado ante el evidente fracaso social y económico al que se enfrentará. Demasiado para cualquiera, insuperable para quien no tiene visión de futuro ni confianza en el país, como ha sucedido con los golpistas. Uno de los estados más pobres de América seguirá siéndolo, pero el deterioro social que acompañará a esta errónea política conseguirá una sociedad más violenta, pobre y corrupta que la actual, que ya es decir, o si se permite el ejemplo, poco tendrá que envidiar a la sociedad haitiana, por poner un ejemplo cercano.
Si hoy día algunas instituciones son deliberadamente corruptas, como la justicia4 o el Parlamento, dentro de pocos años serán simplemente testimoniales, un simulacro de Estado de derecho por inoperantes, simples mecanismos formales y represores de la sociedad para evitar que algo cambie, que algo mejore. No tiene por qué ser así, pero ejemplos no faltan, pueden ver cómo la sociedad colombiana no es mejor y Álvaro Uribe que intenta perpetuarse en el cargo, la misma acusación que lanzaron contra Zelaya, se encarga de fomentar la “felicidad de la ignorancia” y buscar enemigos inexistentes, si obtuviese un título continental de futbol sería ya el colmo de la felicidad pese a tener también una de las sociedades más desequilibradas, corruptas y violentas del mundo. Lo digo porque quizá el modelo Micheletti y ayudantes sea ese, buscar un enemigo al que echar todas las culpas, gastar más dinero en disparar a fantasmas y darle la coca del futbol como única satisfacción a su pueblo, si es que no se le ocurre engendrar otra guerra del fútbol, como ya sucedió en el pasado.
Los remedios.
Confieso que tengo más preguntas que respuestas, pero hay que intentar darlas aunque pueda errar en algunas. Un problema sin solución es una desgracia, o se convierte en una pesadilla, aunque algunos prefieran vivir en un constante y prolongado estado de incertidumbre para justificar la falta de justicia, de democracia, quizá no les convenga atinar con la solución porque el problema se habrá convertido en un modo de vida y justificará cualquier ocurrencia o idea descabellada. Como siempre dirán que lo hacen en beneficio del pueblo, aunque les importe un pimiento y, como siempre también, lo harán por la felicidad del pueblo, la felicidad de la ignorancia de la que hablábamos antes, porque al privar a la sociedad de educación, al no enseñarle a pensar, es más fácil de manipular y dirigir. En nombre de Dios, alguien a quien nadie ha visto jamás, o en nombre de la patria, que la mayoría no saben definir, se han librado las guerras más sangrientas. En nombre de la razón, de la lógica, la justicia, la educación, la sanidad,... no recuerdo ninguna.
Habría que hacer un estudio sociológico de la sociedad hondureña para saber el grado de madurez democrática de sus clases sociales, el grado de compromiso que estarían dispuestos a aceptar para que el país progrese, la base de partida para todo ello. No se educa una sociedad de la noche a la mañana, ni se modifican hábitos que parecen “naturales” pero que son aberrantes en una democracia. Como decía Joaquín Costa hace ciento cincuenta años: “Despensa, escuela y siete llaves al sepulcro del Cid”. Simplemente significa: economía, educación y olvidarse de vivir de las glorias pasadas. Los hitos históricos pueden servir de ejemplo si son provechosos, pero no pueden repetirse, nunca son iguales, ni los hombres, ni las situaciones, ni los tiempos.
Tampoco vendría mal un poco de antropología jurídica para saber por qué las instituciones hondureñas, las encargadas de velar por el cumplimiento de los mandatos constitucionales, entre ellos los Derechos Humanos, son pasto del poder, de la plata, quizá una pesada herencia de los libertadores decimonónicos, esos que dieron la independencia a todos los países americanos, pero que sólo buscaban la independencia de España5 , o de Portugal, o Gran Bretaña, los grandes colonizadores que se llevaban las riquezas. Resuelto el problema de los colonizadores poco cambió, simplemente se llenaron los bolsillos quienes dijeron ser héroes nacionales de la independencia, pero que dejaron igual de pobres a la mayoría de sus conciudadanos, esos sin los cuales jamás habrían conseguido conquistar la emancipación de sus países, ni aumentar sus fortunas. Con estos antecedentes no es de extrañar que los descendientes de aquellos privilegiados exalten a sus héroes, mientras les permitan seguir siendo los dueños de algo que nunca les perteneció seguirán haciéndolo y mintiendo a sus ciudadanos.
Honduras tiene remedio, pero necesita de una decisión fuerte, duradera y estable, pero ha de pertenecer al pueblo, son los ciudadanos hondureños quienes han de ser propietarios de esa fortaleza, no las cuatro familias tradicionales que ya han perjudicado demasiado al país. Cualquier candidato futuro que pretenda levantar el país, o cree firmemente en los Derechos Humanos y en los ciudadanos hondureños, o mejor que no se presente, ya ha habido demasiadas mentiras, demasiados salva patrias, demasiadas injusticias.
Demos cultura al pueblo para que el pueblo pueda guiarse a sí mismo, para que cualquier hondureño honrado pueda trabajar por su país, y también, porque no están solos en este mundo, por los demás ciudadanos de esta aldea global.
Honduras, ante las elecciones y tras los sucesos actuales, no debería tener candidatos rivales, sino candidatos hondureños cuya primera y principal misión debería ser la de restablecer la igualdad social, el progreso de la cultura y la educación y sentar las bases para impedir que una situación tan humillante como la actual vuelva a reproducirse. Cierto que hay pensamientos discrepantes, valores e ideales diferentes, pero por encima de cualquier partido o persona están los Derechos Humanos, que han de respetarse, no son una mera declaración formal.
Cualquiera de esos hondureños que se dicen patriotas, ha de empezar por demostrar su amor a la patria, no a su dinero o poder. Honduras, con siete millones de habitantes, es de los más pobres de centro y Sudamérica. Sólo con el potencial humano que tiene podría salir con relativa facilidad y rapidez de la pobreza y liderar Centroamérica, pero eso es imposible sin educación, sin acceso a la cultura, a la sanidad, a una vivienda digna. No parece que los dirigentes, perdón los supuestos dirigentes del país, porque no dirigen nada salvo sus propios intereses, hayan hecho mucho para poner remedio a esa situación. Sin gente preparada, sin apoyo a las iniciativas empresariales modestas, sin inversión en educación e investigación, no se puede salir del círculo vicioso de la pobreza. Las comparaciones son odiosas, quizá porque sirven de contraste. Ahí va una de ellas. Suiza no es mayor, ni más poblada, pues no duden que Honduras podría ser la Suiza de Centroamérica, basta con que lo quieran y hagan lo necesario para ello. De entrada un gran pacto contra la corrupción que han instalado y consentido. Sé que los poderosos siempre intentarán ceder el mínimo con tal de mantenerse ahí, en su poder. Quizá ese mínimo sea claramente insuficiente y no consigan progresar lo debido, sólo lavar la cara para que todo siga igual. Mal asunto, no conseguirán acabar con los males endémicos y tarde o temprano se complicarán de nuevo las cosas, incluso podrían evolucionar a peor.
Evidentemente, ninguno de los que haya tenido un papel medianamente relevante en esta crisis está legitimado para aspirar a la presidencia, no puede intentar dirigir el país. Busquen a alguien con autoridad moral suficiente, honradez e inteligencia y respétenlo. Si es necesario que sea examinada su idoneidad por organismos internacionales independientes garantes de los Derechos Humanos. Los demás quédense en un segundo o tercer plano, pero no se les ocurra volver a interferir en los destinos de su país, ya lo han estropeado bastante. Disfruten de sus riquezas, pero en la sombra, no vuelvan a asumir un protagonismo que se ha demostrado nefasto. Y desde esa posición de meros espectadores procuren destinar parte de sus riquezas a formar hombres y mujeres íntegros, capaces y trabajadores, sólo así conseguirán el reconocimiento y agradecimiento que ahora su sociedad les niega con razón. Y no me digan que la solución ha de ser hondureña, que no aceptan ninguna imposición de fuera, ni de la ONU, ni de la OEA, no son ellos el problema, son los hondureños, y la solución también está dentro de Honduras, piensen que los médicos intenten curar, pero si el paciente no hace caso, no toma las medicinas, difícilmente sanará.
Todo esto es posible, puede pasar, no es tan descabellado, basta con tener la voluntad suficiente para ello. Si la tienen adelante, si no la tienen ustedes se lo pierden, no será muy diferente de lo que ya tienen, o quizá peor, nunca mejor. En sus manos queda ensanchar el horizonte, que Honduras vea amanecer una nueva sociedad más justa, más libre, más culta, próspera y que progrese.
De lo que no hay duda es que el no hacer nada, el inmovilismo, da siempre ventaja a la corrupción, al individualismo enojoso e irritante, cerrado en su caparazón por miedo incluso al vecino de la propia calle. Cualquiera de los hondureños puede liderar el cambio, pero que no sea un maquillaje, el exceso de pintura les transformaría sus caras en lo más parecido a un bufón, un payaso de feria barata y ridículo, pero nunca la de hombres de estado. Mejor si el liderazgo del cambio corresponde a la sociedad, a un grupo social muy amplio, sería señal del compromiso de los ciudadanos con su país, con la construcción de un país fuerte y floreciente, los hondureños no pueden, ni deben, dejarlo otra vez en manos de quienes han llevado al país a esta situación de ruina moral y económica.
Para terminar, un poeta español, catalán de pro, Joan Maragall, en “La veu de Catalunya”, el 18 de diciembre de 1909, meses después de la Semana Trágica de Cataluña (del 26 de julio al 2 de agosto), tras la quema de varias iglesias en Barcelona escribía:"Entrad, entrad: la puerta está bien abierta; vosotros mismos os la habéis abierto con el fuego y el hierro del odio. Destruyendo la iglesia habéis restaurado la Iglesia, la que se fundó para vosotros, los pobres, los oprimidos, los desesperados".
Y hablando de nuevo a los de dentro: "No se la volváis a quitar [la iglesia a los que la han quemado] reedificándola; no queráis alzar de nuevo sus paredes más fuertes, ni la bóveda más bien cerrada, ni le pongáis puertas mejor forradas de hierro, que no está en esto su mejor defensa, y volveríais a dormiros en ella; ni tampoco pidáis la protección del Estado para ella, que demasiado parecía ya una oficina a los ojos del pueblo en ciertos aspectos; ni queráis mucho dinero de los ricos para rehacerla, que los pobres no puedan pensar que es cosa de los otros". Dicho de otro modo, no volváis a caer en los mismos defectos, no engendréis una democracia corrupta igual a la que habéis sufrido ahora con vuestros errores. No son cuatro paredes las que hacen iglesia, ni se construye la democracia con muros, son los valores, la dignidad humana, los Derechos Humanos, para eso no hacen falta grandes edificios, ni oropeles innecesarios.
Valencia, 6 de octubre de 20091
Jordi BAÑÓ I ARACIL
es profesor de Derecho Mercantil de la Universidad de Valencia y de la Universidad Politécnica de Valencia (España).
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