A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César
Patricia Murillo Gutiérrez
Estuvimos en la presentación del Informe Nacional de Transparencia 2009 el pasado miércoles 17 de febrero en San Pedro Sula, en los mullidos salones de la iglesia Centro Cristiano Internacional (CCI) , que fue escenario de la lucha visceral del dogmatismo contra la razón, de la imposición y endemoniada cerrazón que da el sectarismo, contra el oxígeno que todo ser humano nacido libre aspira y respira: la libertad de expresión.
El ya ratitos desprestigiado Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) era el convocante para este acontecimiento al que concurrieron regular número de ciudadanos, operadores de justicia, fiscales anticorrupción, abogados, jueces, periodistas, ex alcaldes de San Pedro Sula, el nuevo alcalde local, el de Puerto Cortés, catedráticos universitarios, dirigentes de pobladores, empresarios, etc. etc., y que eran actores pasivos una vez más de otro espectáculo hecho para llenar estadísticas y maquillar situaciones.
Pero, sobre todo, para venir a restregar en la cara de una ciudadanía cada vez más pensante, que en Honduras la Constitución sigue siendo “pura babosada” como dijo el siglo pasado aquel apátrida y el estado laico parece una ficción jurídica porque cada día más, pretenden los que se llaman líderes religiosos o dirigentes de iglesias minar la auténtica democracia con sus fanatismos inquisidores y solapada moral.
No vamos a hablar del contenido del citado informe porque además de ser incompleto y poco científico en su investigación, no habla acerca del mayor acto de corrupción y barbarie que se efectuó el 2009 como lo fue el asalto al estado de derecho (ese tema no se resuelve con el simplismo de llamar zelayistas a un pueblo cada vez más consciente y numeroso, sobre que Honduras no es de los que tienen las armas y el dinero).
No vale la pena atrasarse en el punto de la legitimidad ética y eficiencia del CNA pues desde el 2001 está hablando lo mismo y ya para esa época su primer dirigente, otro religioso esta vez católico, el cardenal Oscar Andrés Rodríguez, firmaba papeles y aseguraba que la corrupción era el principal flagelo del país y causa de tanta violencia y pobreza. En tanto ellos seguían reuniéndose en lujosos hoteles y dilapidando fondos públicos y de la cooperación internacional sin lograr ningún avance contundente.
Luego hereda tal cargo Juan Ferrera que por su cómplice postura a favor del golpe de Estado echó por la borda el prestigio que alguna vez vez tuvo como dirigente empresarial. El pueblo jamás olvidará que el CNA o su cúpula manifestaron descarado apoyo a los golpistas y no abrió la boca ni mucho menos ahora ante las violaciones recurrentes a los derechos humanos de los hondureños.
Lo que para la mayoría de los asistentes al citado acto lleno de edecanes, carros lujosos y guardias de seguridad fue el referente inolvidable de la mañana, lo constituyó el descarado intento de intimidación, la agresión gestual y sobre todo la prepotencia y el lenguaje imperioso que un pastor norteamericano “invitado”, manejó contra la socióloga y catedrática universitaria Isbela Orellana, cuando ella pedía la palabra para que le explicaran qué metodología y muestreo habían utilizado en el estudio ante sus graves carencias, lo que a su juicio lo deslegitimaba totalmente.
El “hombre de Dios” a quien observamos iracundo y fanático pretendió sacar a Isbela del recinto dado que no pudo callarla y rebalsó cuando aseguraba a gritos que “él venía lleno de amor a nuestro país” y que ella era una mujer que ofendía la casa de Dios.
Ese nuevo hechicero y potencial verdugo medieval que osa mancillar nuestra tierra pretendió tapar el enorme sol de la verdad con un dedo y con su fanatismo religioso acallar las voces de los nacidos en Honduras y dignos patriotas para que nada se interponga en sus planes por reconquistarnos esta vez desde muchos, no todos los templos, olvidando que somos un estado laico y que ya no nos engañan con espejitos.
El citado “hermano” fue fotografiado y filmado en estado colérico y lo escuchamos pedir a gritos a la seguridad de esa iglesia que sacaran a esa mujer y reclamaba quién había dejado entrar a esa infiltrada… En contraste con su desaforada conducta la inmensa mayoría de los presentes aplaudía a la hondureña Isbela que no tuvo temor para decir las verdades que anhela nuestra gente, que ya no soporta a los mercaderes de la fe y desea que saquen sus sucias manos de esta zarandeada democracia.
Todo ello ocurrió ante la mirada atónita de Juan Carlos Zúñiga (que hizo mutis en un instante) y el aparente autocontrol del pastor Oswaldo Canales, el nuevo presidente del CNA, quien desde lo alto de la tarima miraba evaporarse como agua en sus manos el espectáculo de relaciones públicas mal entendido, que habían montado para hacer creer al país que siguen siendo los inmaculados adalides contra una corruptela que avalan con sus hechos.
Finalizo diciendo que le pregunté a Canales cuando era entrevistado por algunos medios de comunicación, a qué se debe ese derroche millonario que hizo de los fondos públicos, porque se compró una costosa y blindada camioneta 2010 y no se le despegan los escoltas o seguridad personal. Atinó a contestar “cuando llegué al CNA sólo habían dos carros y de dos puertas y fue por seguridad”.
¡Ah, qué rico, verdad hermano Oswaldo, mientras el pueblo gime abatido por la delincuencia usted duerme, come y circula en la opulencia improductiva para el 80 por ciento de hermanos en pobreza! Que Dios lo agarre confesado
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