16/9/08

El retrato del grindio

Autor: Roberto Quesada

Creo que los gringos se ríen, si yo fuera gringo con todo el derecho también me reiría.

Con esto de la adhesión de Honduras a ALBA ha resucitado cada leyenda, incluyendola de cerrar puertas y ventanas, poner la escoba patas arriba,pringar de cuarta en cuarta la casa de agua bendita mientras se ronronea una oración y todo porque hay en Honduras, en pleno siglo XXI, quienes creen que llegaron los comunistas a comer niños y a mandar todo lo que Honduras produce a la Unión Soviética. ¿La Unión Soviética? Sí, es casi seguro que existen en Honduras quienes no se han dado cuenta de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Que gringo y no gringo no se va areír de tan enorme demostración de ignorancia. También da risa, y más si se es gringo, que en un país como Honduras,un gringo no necesitadecir nada ni a favor ni en contra acerca de/ni sobre nada, existe una montonera de vasallos por vocación que salen santiguándose en casos en el que Honduras, por ejemplo, trate de negociar con países sudamericanos o con China, ¡Dios nos libre!, porque sin que los gringos hayan dicho "esta boca es mía", ellos ya con antelación presienten y sufren porque los gringos se van a enojar. ¿Que se van a enojar? Muertos de risa es que están de ver a enanos mentales envueltos en papeles mediocres dando un espectáculo que precisamente por mediocre da risa, aunque, claro está, a gringos con mayor grado de conciencia humana no les produce ni siquiera risa sino lástima.

Imagínese usted que me lee, si usted fuera gringo, diplomático, y le dan de destino, como embajador, Honduras. De antemano sabe que irá en primer lugar a lo que debe de hacer todo diplomático digno de serlo, a defender los intereses del país que representa, a promover de forma positiva su país y tantas cosas más. Pero usted aterriza en Toncontín y lo primero que encuentra, aparte de aduladores, es un enjambre de periodistas que lo primero que hacen es preguntarle acerca de cosas internas del país, de hechos y casos que concierne enfrentar y resolver a los hondureños. Por supuesto, la primera vez se asusta y hasta puede sospechar que es una trampa que le están tendiendo. Con el tiempo se da cuenta que llegan a visitarlo políticos, empresarios, etc., para consultarle, pero, como buen embajador, usted entiende de psicología y sociología y se entera que esa consulta, tal como fue hecha, no es tal sino que le están pidiendo permiso, se están disculpando con usted por hechos y cosas que ni siquiera está enterado, le hacen un resumen de otros políticos e intelectuales de los que no debe fiarse porque son comunistas (Ud. en su yo interno se ríe y se pregunta, ¿comunistas?). Cuando los susodichos abandonan la oficina usted casi se muere de la risa y da gracias al cielo porque le dieron de destino Honduras, entonces se da por enterado de que allí no lo consideran embajador, ni siquiera presidente sino el propietario de una hacienda, finca, quinta, como se le llame, llamada Honduras. Entonces se carga y recarga de risa. ¿Quién no?

Se sabe que lo del comunismo en el único lugar del planeta que puede meter cocora es en Honduras. Los gringos saben, conspiración confesa, de que hubo un tiempo, en los del presidente sandinista cuando derribaron a Tacho Somoza, que sí era una amenaza inminente y que ya no lo es. Para nadie es desconocida la participación estadounidense en la caída de Allende y en la creación, nanciamiento y apoyo de todo tipo a la contra nicaragüense, quienes, dicho sea de paso, tanto daño hicieron a Honduras. Hablando de Anastasio Somoza y la risa, allí tenemos en la historia esta anécdota real sobre el tristísimamente célebre dictador cuando el gran Roosevelt, no Teodoro el del "big stic", el del gran garrote de la política imperialista, sino Delano, el "Buen Vecino", probablemente el más grande presidente democrático y reformador de los Estados Unidos, recibió con mucha pompa al primer dictador Somoza, al que le decían General, Tacho para sus amigos, unos periodistas le reclamaron por qué recibía así a un hijo de puta. El presidente Roosevelt aprovechó la respuesta para definir la política internacional bipartidista estadounidense: "Sí, es un hijo de puta, pero es NUESTRO hijo de puta".

Definición precisa y cínica que constituye una constante del comportamiento del gobierno de los Estados Unidos frente a Latinoamérica y otras regiones del mundo.

Sí que es para reírse. Por allí en Internet andan distribuyendo un vídeo del poco célebre Jaime Bayly, buen escritor, pésimo presentador de televisión. En ese vídeo Jaimito despotrica contra el presidente hondureño Mel Zelaya por lo de la adhesión a la ALBA.

Los copiones, los faltos de opinión propia y creatividad, corrieron a difundir ese vídeo como si Jaimito fuera la gran cosa. Hay quienes se han enojado conmigo porque les dije que no me importaba lo que dijera Jaime (Montesinos) Bayly, porque, para mí, quien no se de ne no puede tener credibilidad, tal como Jaime que se declara bisexual y en su programa pretende piropear a las invitadas y enamora en serio a los invitados. ¿Qué es eso de que Jaimito se declara bisexual? La cosa es To be or no to be, no bi... En cambio, el escritor colombiano y buen amigo mío, gay por convicción y acción, Jaime Manrique, hasta escribió un libro que se titula: "Maricones inminentes (Arenas, Lorca, Puig y yo)". Ese sí es digno de credibilidad porque no usa de trinchera, de cortina de humo, de blindaje, eso de la bisexualidad. Hasta los gays rechazan ese tipo de ambigüedad, ellos saben que en la vida das o te dan. ¿Con ese antecedente quién puede tomarse en serio a Jaimito si él lo que quisiera, y por eso babea de la rabia, es ser Laura en América?

Otra carcajada. Como todo país, Estados Unidos no es la excepción, no puede generalizarse hacia su población ni hacia sus políticos ni hacia nadie. En los Estados Unidos existe de todo, están los que se toman muy en serio su condición imperial y quieren imponersea los demás a como dé lugar, a garrotazos o balazos, pero también existe muchísima gente con un alto nivel humano, existen tantas organizaciones, fundadas por gringos/as a lo ancho y redondo del mundo, de solidaridad, de hermandad, de ayuda a los más necesitados y no son pocos los estadounidenses que han arriesgado y algunos hasta perdido sus vidas ayudando a otros en el mundo entero.
Generalizar es cosa de imbéciles.

En el caso de Honduras, no sólo con referencia a los Estados Unidos sino a cualquier otro país que ha ido a imponerse a nuestras tierras, no es la culpa total de ellos, es más la culpa nuestra, por cobardes(como diría Gautama Fonseca), por ser más papistas que el papa, por la carencia de patriotismo, por ausencia de dignidad, por desconocer los valores del nacionalismo (no confundirlo con el `nazionalismo´). Por preferir siempre a lo de afuera aunque nos dobleguen y relegar y/o rechazar lo nuestro aunque tenga más valor que lo importado.

Si yo soy gringo, o de otro país, y quiero comprarte un terreno por cien dólares y viene tu compatriota y me chismea y me abre los ojos de que estás muerto de hambre y te urge el billete y que te conformarás con cincuenta, pues entonces la culpa es de ustedes, no de nadie más.
¿Qué culpa tiene el gringo? Sólo le queda reírse. Y les dejo a reflexión este fragmento de la historia patria hondureña, que más parece una anécdota o leyenda, y no, no lo es, es la triste realidad: En el libro "Sandino", de Gregorio Seltzer, se narra que, durante determinado tiempo, hubo gran rivalidad entre las compañías bananeras norteamericanas para conseguir concesiones de tierras y otros incentivos scales para invertir en el cultivo del banano destinado a la exportación. Una de las compañías que se quedó con el monopolio de esas concesiones en Honduras fue la United Fruit Company. Esas compañías transnacionales tienen sus auditores itinerantes. Cuando llegó uno de ellos a Honduras, el personal de contabilidad le presentó los soportes de una compra de mulas, donde guraba el valor unitario de cada una de ellas, pero también el monto de los sobornos pagados a cada diputado de la Asamblea Nacional para la aprobación de una prórroga de la respectiva concesión. Dicho auditor que no hablaba muy bien el castellano, quedó sorprendido que el valor de cada mula era superior al soborno pagado a cada diputado y con una sonrisa de oreja a oreja, exclamó: ¡Qué barbaridad! Una mula, ¿valer más que un diputado? ¿Será lo leído para reírse?

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